Hace unos días tuve un sueño lúcido, uno de aquellos que sabes tiene un mensaje profundo para ti. En mi sueño me veía en medio de un bosque en la oscuridad de la noche, caminé por varias horas sin rumbo, me di cuenta de que me había perdido, estaba agotado por la caminata, comencé a sentir mucha hambre y sed, el desaliento se apoderó de mí, comencé a pensar que no saldría vivo de aquel bosque. De pronto a lo lejos vi la luz de una fogata que resplandecía en medio de la oscuridad, usando las fuerzas que aún me quedaban, caminé en aquella dirección esperando encontrar a alguien que me pudiera brindar alimentos y cobijo, al llegar al lugar vi a una anciana de largos cabellos blancos que atizaba el fuego para que no se apague mientras tarareaba una melodía muy armónica que aún resuena en mi mente. Esta mujer preparaba alimentos en una olla muy tiznada por la leña, también estaba cubierta de barro dando la apariencia de estar sucia, avancé con cautela y cierta timidez para no asustar a la anciana, la saludé explicándole que me había perdido en medio del bosque, ella me miró sonriente con mucha familiaridad como si ya me conociera. La anciana se puso de pie y me dijo con una voz amable:

– Samaid, demoraste mucho en llegar ¿deseas comer de los alimentos que estoy preparando?

No entendía como es que esta mujer sabía mi nombre, pues yo no la conocía, pero ella me trataba con mucha familiaridad. Al ver la olla algo sucia, pensé que esos alimentos no eran muy salubres, y que tal vez me podían hacer daño, también recapacité sobre que estaba en medio del bosque, era muy probable que fueran los únicos alimentos que esa anciana tuviera para comer, por más que el hambre y el agotamiento que tenía eran extremos, le dije a la anciana:

– No gracias, esos son sus alimentos, disfrútelos usted.

Esta mujer expresando gran sabiduría y con una sonrisa en el rostro tomó un plato y una cuchara de madera que estaban cerca suyo, sirvió aquellos alimentos y me dijo:

– Samaid come, estos alimentos no son míos, los preparé para ti.

Con cierta duda inicial, pero con el ánimo de no despreciar a la anciana, llevé una cucharada de esta comida a mi boca, y fue grande mi sorpresa al sentir aquel exquisito sabor que se expandía a través de sensaciones nuevas y maravillosas por todo mi ser, no había comido algo tan delicioso en mi vida, sentía también que esta comida no sólo nutría mi cuerpo, sino también alimentaba mi espíritu, era un alimento para el alma. Terminé rápidamente todo lo que estaba en la olla deleitándome con cada bocado. Pronto amaneció, la anciana tomó la olla y la lavó, y pude ver que aquel objeto viejo, sucio, lleno de tizne, era en realidad un utensilio bello y resplandeciente hecho de plata pura, era perfecto, hasta me podía ver reflejado en él.

La anciana me miró nuevamente y dijo:

– No hay que fijarnos en el recipiente, sino más bien en el contenido, cuando ponemos nuestra atención a la forma, olvidamos aquello que es realmente lo importante de la experiencia, el aprendizaje.

Desperté sintiendo que, a través de aquel sueño, el universo me brindaba las respuestas que buscaba. Muchas veces cuando vivimos situaciones difíciles o extremas, llevados por nuestro ego exaltado, nos fijamos en la forma de la experiencia, en quien nos hizo daño, en el que nos lastimó o defraudó, olvidando que cada experiencia es perfecta y forma parte de nuestro propio plan de vida, y que todo lo que vivimos está orientado a nuestro más alto bien.

Todos somos como aquella olla, que con cada vivencia vamos adosando a nuestro ser, dolor, tristeza, sufrimiento, experiencias no resueltas que, como aquel tizne y barro, muchas veces nos cubren enmascarando nuestra verdadera naturaleza, pero que, al ser limpiadas desde la aceptación y el aprendizaje, dejan relucir nuevamente nuestro ser espiritual, nuestra luz, que como en el caso de aquella olla, puede permitir a los demás, verse reflejados en ella y reconocer también su propia grandeza.

Dejemos de lado el rol de víctimas y victimarios, entendamos que todo es perfecto, y que, así como la olla tiznada y sucia puede ser el medio para preparar el alimento más delicioso y nutritivo, la experiencia más dolorosa y difícil, vista más allá de la crítica y el juzgamiento, puede nutrir nuestro ser y permitirnos ser mejores seres humanos cuando nos enfocamos en el aprendizaje, y comprendemos el mensaje que tiene para nosotros.

 

Alonso Calderón Vela