Esa noche vinieron a mi mente aquellas dudas y preguntas que había estado evadiendo adrede durante las últimas semanas, y es que el saber cuál es mi propósito de vida en esta encarnación, era una interrogante que creía tenía ya resuelta desde niño, pues sentía que el servicio era el camino que había elegido, pero de un momento a otro mis certezas se transformaron en interrogantes que calaron en lo más profundo de mi mente.

Di vueltas en la cama por varias horas tratando de entender ¿por qué me sentía vacío?, quería comprender ¿qué había cambiado en mí? El servir a los demás se había transformado en una idea efímera, en tan sólo una teoría que no sabía cómo llevar a la práctica de forma clara en esta etapa de mi vida. Sin darme cuenta me quedé dormido preguntándome una y otra vez, ¿cuál es mi propósito de vida en esta encarnación?

Tuve un sueño de los más extraordinarios que recuerdo, aquellos que marcan un antes y un después en la forma de percibir la realidad. Me vi en una gran planicie cubierta de vegetación y flores de múltiples colores, pocas veces he presenciado tonos tan intensos y variados en la naturaleza como los que vi en aquel paisaje. Mientras caminaba por ese lugar, podía sentir en mis pies descalzos con cada paso, la calidez de la tierra y su energía ascender por mi cuerpo, el viento parecía ser una suave caricia que recorría mi rostro permitiéndome sentir el aroma de las flores, era una fragancia única y desconocida, pero tan agradable que exaltaba mi ser a una sensación de éxtasis que no se puede explicar con palabras. Tenía la impresión de haber caminado por varias horas, me sentía agotado, sabía que había alguien conmigo que me acompañaba en este lugar, sin embargo, era tal mi asombro por el paisaje que no había prestado mayor atención a mi acompañante.

Caminamos por algún tiempo más, llegamos a la cima de una pequeña montaña, a lo lejos, vi un árbol de gran tamaño, sus ramas que se alzaban imponentes y frondosas hacia el cielo estaban cubiertas por verdes hojas que al parecer tenían forma de corazón. La persona que caminaba a mi lado y que había permanecido en silencio hasta ese momento, me habló con voz amable y apacible diciendo:

– ¡Samaid!, ha sido un recorrido largo y agotador, vayamos a descansar bajo aquel árbol.

Aún sin voltear a ver a mi acompañante y guiado sólo por su voz, acepté la propuesta, caminamos juntos, pronto llegamos a aquel gran árbol, era realmente majestuoso, me sentía tan pequeño a su lado. Mientras admiraba lo imponente de su tamaño y la sabiduría que inspiraba, la persona que estaba conmigo me habló diciendo:

– ¡Me sentaré bajo la sombra que nos brinda el árbol!, ¡Ven acompáñame!

Esta vez su voz cambió, fue resonante y profunda, era como si muchas voces se manifestaran al mismo tiempo, cada palabra que él decía recorría todo mi ser vibrando en cada célula de mi cuerpo generando una sensación de protección, tranquilidad y paz… volteé para verlo con cierta cautela, y con gran asombro, pude observar una figura luminosa que cambiaba de apariencia, por momentos era como yo, tenía mí misma imagen, en otros reflejaba la imagen de mi madre, tambien de otras personas cercanas, por instantes incluso tenía la forma de ANAWUI (la Gran Madre) el espíritu planetario, muy confundido pregunté:

¿Quién eres?

Sin obtener de respuesta más que una sutil sonrisa, observé sus ojos, quedé absorto en la profundidad de aquella mirada amorosa que me expandía en la bastedad del universo, parecían dos espejos que reflejaban la esencia misma de la creación, era como si el cosmos y todo cuanto en él existe estuviera contenido en aquellos ojos, sabía en mi corazón quien es ese Ser que tenía frente a mí, era una manifestación de IM – NAH – HAM (inhalación, retención y exhalación de vida), con esta palabra que representa lo más sagrado de nuestra filosofía llamábamos a la GRAN CONSCIENCIA en tiempos de Lemuria. Él habló nuevamente, su voz me sacó de aquel éxtasis en el que me encontraba mientras estaba sumergido en la profundidad de su mirada, como si me hubiera leído la mente, dijo:

– Si, Samaid, IM – NAH – HAM, es uno de los muchos nombres que he recibido, tu corazón te dio la respuesta que buscabas, yo soy tú, y tú eres yo, somos la tierra por donde caminamos hace un momento, somos el viento que trae el aroma de las flores, somos el aroma y las flores mismas. Somos el cansancio que sentiste en este andar, y tambien somos la paz que trae ahora el descanso, somos la sabiduría de este gran árbol que nos cobija con su sombra, somos el árbol, somos la sombra misma, somos la claridad que ilumina este espacio, más allá de las formas, somos luz, somos la nada, somos el todo, somos UNO…

Sentí como la vibración de sus palabras resonaban por todo mi ser, por un instante pude trascender más allá de la ilusión que me hacía creer que estaba separado del él, del todo, me sentí en UNIDAD…

Este Ser se sentó apoyando su espalda en el árbol, me miró nuevamente y dijo:

– ¡Samaid ven!, descansemos, la caminata ha sido larga, y aún falta un tramo por recorrer.

Instintivamente me senté junto a él, apoyé mi cabeza sobre su hombro como aquel niño que busca cobijo al lado de su padre. En ese momento recordé aquella duda que había surgido en mí en el último tiempo, me pregunté nuevamente ¿cuál es mi propósito de vida en esta encarnación?, sin pensarlo dos veces, sabiendo que esta oportunidad era única, le dije a aquel Ser:

– Sé que este es mi último ciclo encarnativo, también sé que el pasado y el futuro no existen, son tan sólo una forma en la que nuestra mente interpreta el tiempo, comprendo que no hay vidas pasadas, sino experiencias que se desarrollan en realidades paralelas donde muchas versiones de mí experimentan el plano de la materia en este eterno presente, desde niño supe de forma intuitiva que mi propósito de vida en esta encarnación era servir, no sabía cómo o de qué manera, pero sentirlo era más que suficiente, sin embargo, hace un tiempo la idea de servir desde una forma tan efímera y poco clara ha hecho que sienta un vacío por dentro, esta sensación ha ido creciendo poco a poco hasta que ahora me lleva a cuestionar cuál es realmente mi misión, quiero preguntarte cuál es mi propósito de vida en esta encarnación, quiero darle forma y sentido a esa intención de servicio que está en mí.

Después de unos breves segundos en silencio, aquel Ser respondió con una voz calma y apacible, él dijo:

– Samaid, mira frente a ti.

Observé como a unos metros de distancia se iba formando una esfera de bordes luminosos, era como un agujero que se abría paso en medio del paisaje abriendo una puerta a otra realidad, del otro lado podía observar al universo sin forma definida, era como la existencia antes de haberse manifestado. La esfera pronto creció de tamaño formando un nexo entre ambas realidades, en ese momento aquel Ser me dijo:

– Las respuestas que buscas están del otro lado, ¡Ve, adelante!

Me puse de pie, caminé con cautela e incertidumbre sin saber que pasaría y cerrando los ojos ingresé a aquella esfera entregándome plenamente a la experiencia que me tocaría vivir. Por un instante, perdí consciencia del tiempo, del espacio, sólo estaba yo flotando en medio de la nada. De un momento a otro sentí que caía, una fuerza me absorbía con gran velocidad, me detuve abruptamente, al abrir los ojos vi a Lemuria, la tierra de los SULOR IS (la primera humanidad solar), contemplé nuevamente la belleza de sus paisajes, la grandeza de aquella civilización que fue mi hogar. Observé mi última encarnación en este lugar, presencie mi nacimiento, el de mis hermanos, sentí el cobijo de mis padres, su cuidado y su amor, pronto olvidé que era tan solo un espectador presenciando esta vida y me sumergí en esta experiencia como si fuera real. Esta realidad era bella, armónica y placentera, mi niñez y adolescencia estuvo llena de felicidad y plenitud. Fueron muchas cosas las que vi, experiencias maravillosas que me hacían sentir que nada podía ser mejor. Un día de aquellos, mientras hacía un peregrinaje al Gran Templo de Cristal, el lugar más sagrado de Lemuria, vi a los lejos una mujer que llamó mi atención, sin pensarlo, y guiado por mi sentir, caminé hacia ella, el tiempo se detuvo, sentía que la conocía de siempre, me era tan familiar, cuando la tuve frente a mí no pude decir palabra alguna, sólo podía admirar su belleza, desear perderme en su mirada, podía sentir aquella energía mágica que emanaba y me envolvía en una sensación de tranquilidad y felicidad, ella sonrió y me ofreció un poco de agua, ahora que pienso en este recuerdo, entiendo que es el amor a primera vista, el tiempo transcurrió rápidamente, ella fue mi amiga, mi compañera y mi esposa, la dicha que sentía se hizo aún más grande cuando nacieron mis hijos, me sentía tan complacido de sólo observarlos mientras dormían, cada abrazo, cada caricia transmitía tanto. Pronto mis hijos crecieron y fui abuelo, disfrutaba de las reuniones familiares, de aquellas charlas que se extendían hasta muy entrada la noche, ver los atardeceres con mis seres queridos se había vuelto nuestro pasatiempo favorito.

Un día sentí el llamado de ir al volcán UTOKARAH, el punto más alto de aquel territorio, la edad ya había dejado sus huellas en mi cuerpo físico, tenía más de 230 años y no era tan fuerte y vital como antes, me despedí de mi familia con mucha nostalgia sin saber el porqué de esa sensación, les prometí regresar pronto, fue un gran esfuerzo el que hice para cumplir mi periplo, después de 3 dias de caminata llegué a la cima, estaba muy agotado físicamente, pero mis sentidos se habían sutilizado tremendamente permitiéndome estar muy perceptivo, podía sentir la realidad de forma más intensa, más profunda, observé con complacencia los paisajes de mi bella Lemuria, me decía a mismo, he sido testigo de la historia de esta civilización vida tras vida, la contemplé desde sus inicios, y hoy se alza majestuosa como la expresión más sutil y sublime de la evolución del ser humano, orgulloso dije en voz alta:

¡Que Grande Eres Lemuria!

Miré desde lo alto del volcán UTOKARAH a lo lejos la comunidad donde vivía mi familia, aquella ciudad que era mi hogar y estaba cerca de las orillas del mar, observaba las aguas reflejar el sol mientras se ocultaba pintando el horizonte de bellos colores, mi felicidad era plena, tenía todo cuanto necesitaba y mucho más.

De un momento a otro, un gran terremoto sacudió la isla, fue tan intenso que no podía mantenerme en pie, podía sentir como el volcán UTOKARAH despertaba con intensidad, observé a las aves alzar vuelo atemorizadas, los animales de los bosques corrían de un lugar a otro, se percibía en el ambiente el temor y la angustia de todos aquellos que habitaban este territorio.

Las olas del mar se alzaron con braveza, pude observar a la distancia como cubrieron mi ciudad, la tierra se abrió y las montañas se deslizaron trayendo destrucción a su paso, no podía creer lo que veía, mis padres, mis hermanos, la mujer a la que amaba, mis hijos y nietos, todos perecieron. La naturaleza se manifestó intempestivamente trayendo caos a su paso, mi civilización que se formó durante miles de años a través de tantas consciencias que fueron los pilares de Lemuria, en un instante llegó a su final. No podía creer lo que sucedía, había experimentado tanta felicidad y plenitud, y ahora todo se perdía en la frustración y el dolor más grande, lloré como nunca, que impotencia tan grande sentía, todo lo que amé y me dio amor simplemente desapareció…

Me puse de rodillas, llevé mis manos temblorosas hacia mi corazón y cerrando mis ojos con desesperación grité lo más fuerte que pude:

¡IM – NAH – HAM, inhalación, retención y exhalación de vida, todos y uno en ti, padre y madre de la misma existencia, dame consuelo y sabiduría para apaciguar mi dolor!

Elevé mis manos a lo alto mirando hacia el cielo diciendo nuevamente:

¡IM – NAH – HAM!, ¿dónde estás?…

Aquella voz amorosa y apacible que había escuchado con anterioridad habló desde mi corazón diciendo:

– ¡Samaid aquí estoy, despierta, despierta, despierta!…

Abrí mis ojos y me vi recostado a la sombra del aquel gran árbol, mi cabeza seguía apoyada sobre el hombro de este Ser, no entendía que pasaba, hasta donde recordaba yo me había puesto de pie y entré a aquel círculo luminoso, recuerdo que encarné en Lemuria, experimenté una vida muy larga llena de felicidad, amor y complacencia, al final de esta encarnación tambien sentí dolor, frustración y sufrimiento, me pregunté a mí mismo ¿es que todo esto que recuerdo no sucedió? Aquel Ser tomó mi mano, me miró a los ojos y sonriendo me dijo:

– Todo lo que viste y sentiste fue real dentro de tu mente, como en un sueño profundo, ella crea las experiencias que necesitas vivir para conocer aspectos nuevos de ti que sólo se develan a través de la experiencia material, sin embargo, cuando, comprendes que todo es un sueño, eres capaz de entender que aquello que experimentaste no deja de ser una ilusión ante los ojos de tu consciencia, un sueño efímero llamado vida que se da en un parpadear de ojos, y es que según lo que tú recuerdas, tuviste una vida larga, viviste muchas experiencias en lo que llamas Lemuria, pero aquí sólo cerraste los ojos por unos breves segundos mientras descansabas sobre mi hombro.

Quedé asombrado con su explicación, todo había sido tan real, pero estando ahora aquí a su lado, comprendí el sentido de experimentar la ilusión del mundo, sus palabras me dieron claridad, le había preguntado ¿cuál es mi propósito de vida en esta encarnación?, ya que mi principal motivación desde niño “el servicio”, se había transformado en una idea efímera y poco clara que en este momento de mi vida no era suficiente, mi ser desea comprender de forma más profunda y plena ¿Qué es servir?, y esta experiencia me dio la respuesta que buscaba. Miré a aquel Ser con lágrimas en los ojos y envuelto en una sensación de dicha y felicidad y le dije:

– Ahora entiendo porque me permitiste vivir todo esto, comprendo mejor la naturaleza de la experiencia humana. La ilusión del mundo nos lleva a perdernos en lo irreal. En este sueño llamado vida reímos y lloramos, experimentamos la felicidad y la tristeza, gozamos y sufrimos, lastimamos a otros y somos lastimados, amamos y somos amados…

Sin embargo, este sueño llamado vida, es tan sólo un espejo que refleja aspectos de nuestro propio ser que no podríamos ver, experimentar ni entender sin sumergirnos en la ilusión del mundo.

Este Ser asintió la cabeza diciendo:

– Ese es el propósito del plano material, generar experiencias nuevas y distintas que te permitan reconocer y despertar potencialidades que seguirían dormidas en lo más profundo de tu ser si es que la experiencia humana no las sacará a relucir.

Te sumerges en el sueño del mundo para reconocerte, para navegar en los aspectos más profundos e íntimos de ti mismo, cuando comprendes quién eres en esencia, también me reconoces a mí, recuerda que somos uno, somos todo.

Sus palabras me dieron claridad, ahora sé cuál es mi propósito de vida en esta encarnación, había confundido mi deseo con mi sentido de vida, con mucha emoción le dije:

– Gracias, ahora comprendo la diferencia entre mi propósito de mi vida y los medios a través de los cuales los cumpliré.

El único y real motivo por el que estoy en este mundo es para vivir las experiencias necesarias que me permitan reconocer quien soy en aspectos aún no develados de mí mismo, mi propósito de vida es simplemente “EXISTIR”, y vivir la ilusión de la materia con consciencia, si reconozco mi esencia espiritual trascendiendo la ilusión, te reconozco a ti, es decir podré experimentar al mundo plenamente sin pertenecer a él.

Ahora también comprendo que el servicio no es mi propósito de vida en esta encarnación, sino más bien, el camino, la herramienta que elegí para vivir ese proceso de autodescubrimiento. Cuando sirvo a los demás, me sirvo a mí mismo y abro aquella puerta que me lleva a la realización plena, sentirme y sentirte, comprender que somos UNO.

Este ser se puso de pie, miro hacia el horizonte y dijo:

Sigamos caminando, aun falta un tramo por recorrer.

Tambien me pare, y observando el paisaje le dije:

hacia donde vamos.

El respondió:

Buena pregunta, no importa hacia donde vayamos, asi elijamos el sendero del norte o del sur, el resultado será el mismo, lo importante es recorrer el camino con consciencia, aceptación y gratitud para aprender de cada paso que damos.

Escuché sus palabras con atención, y observando aquel maravilloso lugar, me vino otra pregunta a la mente, di unos pasos, me puse a lado suyo y le dije:

Donde estamos, este lugar es mágico, no lo había visto antes, pero me parece tan familiar.

Aquel Ser puso su mano sobre mi hombro, y con una voz calma y reflexiva me dijo:

Samaid, estas dentro de mi sueño, eres parte de él, recuerda que somos uno, yo tambien soy parte del sueño de alguien más que a su vez tambien es uno con nosotros, y es que la separación es parte de la ilusión.

Con una profunda sensación de amor y gratitud le dije:

Cuando despierte y mi consciencia vuelva al mundo físico, cuando vuelva a ser Alonso quiero recordar y sentir todo esto, quiero ser consciente de ti, de mí mismo, de la verdad que está dentro de mi ser.

Este ser respondió:

Recuerda que hemos caminado juntos por estas tierras, pero en un inicio recorriste gran parte del camino sin tener la certeza de que estaba ahí contigo, no tuviste la necesidad de mirarme, tu atención estaba puesta solo en lo que observabas, estabas deslumbrado por el paisaje y su belleza, fue solo cuando escuchaste mi voz que tomaste conciencia de mí y volteaste a verme, de igual manera yo camino a tu lado con cada paso que das en el plano de la materia, la ilusión del mundo deslumbra tu mente haciendo que pongas tu atención en todo lo que te rodea, el que no tomes consciencia de mí la mayor parte del tiempo, no significa que no este a tu lado.

Cuando te sientas agotado de la intensidad con la que se manifiesta la experiencia humana, tal como lo hicimos aquí, detente, busca la sombra, conecta con aquellos aspectos de ti que están aún ocultos en la profundidad de tu ser, descansa en la sabiduría que yace en tu interior que como este árbol te brindará resguardo y cobijo, y ahí, me verás y me sentirás a tu lado.

Cada persona con las que compartas tu caminar, cada experiencia vivida, cada emoción, cada sentimiento, cada aprendizaje es mi voz hablándote, recordándote que estoy en todos y en todo, y que somos UNO.

Decidí iniciar mi caminata sin importar hacia donde iba, había comprendido el mensaje, di el primer paso y desperté…

 

Alonso Calderón Vela